Biografías
Todo lo que hay que saber de Polimnia Romana [PERFIL]
“Muchas gracias por todo. Ahora sí, adiós”. Fue lo que dijo para sus adentros Polimnia Romana Sierra Bárcena (@polimniaromana) mientras se encontraba a pocos metros de distancia de Andrés Manuel López Obrador. Él daba un discurso frente a una plaza llena de simpatizantes en el Monumento a la Revolución. Ella, en su calidad de elemento de seguridad del candidato a la Presidencia por los partidos de izquierda, se localizaba en un lugar discreto pero estratégico por si debía actuar. El calendario estaba marcado con el número 22 del mes de diciembre de 2011 y, para la mujer que durante nueve años se había convertido en una de las personas que le hablaban al oído al político tabasqueño, era el día que su ciclo como asistente de AMLO había llegado a su fin.
No le avisó a nadie. Solamente Andrés Manuel y Nicolás Mollinedo Bastar –mejor conocido como “Nico”– estaban enterados de la renuncia de Sierra Bárcena. “No tenía por qué comunicarle a todo mundo, pues no era algo para festejar”, me dijo Polimnia mientras desayunamos en el restaurante Matisse en la colonia Condesa, en una entrevista realizada en 2012. Frente a las enchiladas poblanas confesó: “estaba cansada y también estaba en mi zona de confort. Ya no tenía nada que aprender ahí”. Al mismo tiempo que habla la entrevistada me miraba a los ojos y dejaba ver el verde del color de los de ella. Pero sus movimientos de manos también me dejan ver un buen manicure y un par de accesorios: pulsera Mont Blanc y el clásico anillo plateado con forma de corazón de Tiffany.
“Voy con todo en esta nueva etapa para diputada a la Asamblea Legislativa”, me trató de persuadir en aquél encuentro una Romana que eligió un traje de pantalón y saco negro. Y es que desde que le dijo adiós al equipo de López Obrador, ella se registró como candidata a diputada local por el PRD y PT para el Distrito XXV de la delegación Álvaro Obregón, el cual cuenta con una población de aproximadamente 274 mil habitantes, repartidos en las colonias Jardines del Pedregal, Tizapán, San Ángel y Lomas de San Ángel, Las Águilas, San Bartolo y La Era, por mencionar algunas.
Pero qué hay detrás de esta mujer divorciada, de 38 años y con cuatro gatos, que aspira a convertirse en Jefa Delegacional de Álvaro Obregón por la alianza PRI-PVEM en las próximas elecciones del 7 de junio.
ORIGEN NO SIEMPRE ES DESTINO
Nunca quiso estudiar otra cosa en la vida. No dijo que quería ser maestra, abogada o contadora. Desde el momento que Polimnia Romana aprendió a hablar dejó claro que su sueño, para cuando fuera grande, era convertirse en veterinaria. No era casualidad. Los primeros años de su infancia los pasó prácticamente en la selva chiapaneca –a pesar de que nació en la ciudad de México el 28 de diciembre de 1976– debido a que su padre José Luis Sierra Ortega trabajaba en la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y le encomendaron la administración de la obra de la presa hidroeléctrica en Chicoasén, Chiapas.
Así que antes de que Polimnia cumpliera el año de edad se traslado con sus padres al sureste del país. Su mamá, Patricia Bárcena Molina, dejó su trabajo como maestra en el Distrito Federal y tomó sus maletas junto con su esposo y su hija para iniciar una nueva vida en territorio maya. La casa a la que llegaron los Sierra estaba ubicada en el municipio de Chicoasén y tenía un tras patio que colindaba con una zona selvática. No era de extrañar que la fauna del lugar se convirtiera en la mejor compañía de su primogénita, quien por cierto fue bautizada con el nombre de una de las musas de la mitología griega, la de la poesía: Polimnia.
Ahí, entre las enormes plantas tropicales, la pequeña convivía con perros, recogía gatos y “se hizo amiga” tanto de alacranes como de víboras. Aprendió a no tenerles miedo. Es muy probable que esa temprana valentía le haya permitido, años más tarde, convivir con otras especies distintas pero igual de venenosas las cuales comúnmente habitan en el mundo de la política.
EL DEBUT EN LA GRILLA
La primera vez que Polimnia participó en una manifestación tenía 3 años de edad y estuvo acompañando a su madre en un plantón en el que la señora de Sierra participó en Chiapas cuando se inició la Coordinadora Nacional de los Trabajadores por la Educación (CNTE). Tiempo después doña Patricia fundó con otras maestras la escuela pública de Educación Especial Número 1, en Tuxtla Gutiérrez, debido a que no existía un espacio educativo para las personas con deficiencia auditiva. En ese lugar Polimnia tuvo sus primeros años de escuela. Sus compañeros de clase le enseñaron a comunicarse con señas.
Los Sierra Bárcena regresaron al Distrito Federal cuando su hija mayor tenía 8 años. Polimnia –quien tiene dos hermanas menores: Valentina, actualmente actriz de teatro, y Bárbara, quien estudió gastronomía–, venía de cursar el primero y segundo grado de primaria en La Salle de Tuxtla Gutiérrez, así que sus padres la inscribieron en La Salle de Hacienda Arboledas donde cursó desde tercero de primaria hasta finalizar la secundaria. Después de evaluar varias opciones para su educación media superior, su mamá decidió que debía estudiar el bachillerato en la Academia Maddox, la cual forma parte de la Red de Colegios de la Legión de Cristo. “Nunca entendí por qué. En mi casa no somos nada católicos, incluso somos ateos”, me contó Polimnia quien, a simple vista, no traía consigo ninguna imagen religiosa.
El día en que a Romana le tocó elegir carrera universitaria tenía muy clara su profesión: Medicina Veterinaria y Zootecnia. Se inscribió en la Facultad de Estudios Superiores (FES) Cuautitlán, perteneciente a la UNAM, y cursó sus materias vestida de overol y botas pues así lo ameritaban las instalaciones del rancho Almaraz donde los estudiantes conviven con caballos, chivos, borregos en los sembradíos de maíz, alfalfa, etc. “Nos burlábamos de los estudiantes de veterinaria de CU porque decíamos que sus perros y sus vacas eran de plástico”.
ACCICENTADA LLEGADA A LA POLÍTICA
Todo fue muy rápido. El arribo de Polimnia al Gobierno del Distrito Federal la tomó por sorpresa. Ya había concluido su carrera y se encontraba haciendo sus servicio social en la propia universidad cuando una hermana de su mamá, de nombre Rocío Barza y quien trabajaba en Atención Ciudadana del GDF, le comentó que un amigo de ella (Nicolás Mollinedo “Nico”), estaba buscando un asistente para el entonces Jefe de Gobierno, Andrés Manuel López Obrador.
De inicio no le interesó. Además de su Servicio Social, Polimnia se había asociado con un compañero y ambos pusieron una clínica de pequeñas especies en Cuatitlán Izcalli. Tras la constante insistencia de la tía Rocío, Romana finalmente aceptó. Acordó con Nicolás asistir a una entrevista de trabajo el lunes 13 de enero de 2003. Sin embargo, el fallecimiento un día antes de Rocío Beltrán Medina, la esposa de López Obrador, pospusieron el encuentro para una semana después.
Vestida con su bata de veterinaria, Sierra acudió a la entrevista. No le dio tiempo de actualizar su Currículum Vitae y, en el rubro de Estado Civil, aparecía como casada. Aunque en crisis matrimonial, todavía seguía siendo la esposa del médico veterinario Omar Solís, con quien sólo duraría poco más de un año y medio en matrimonio.
Nicolás, le hizo las preguntas de rigor y después le dijo que si hablaba inglés. Ella respondió que sí, que era indispensable en la Maddox. Mollinedo se sorprendió y le volvió a preguntar si de verdad hablaba inglés. La afirmación de la joven –y desde luego el perfil físico– le valió su pase de entrada al gobierno capitalino porque en el círculo cercano del Jefe de Gobierno nadie hablaba inglés.
En febrero de 2003 Polimnia se incorporó oficialmente al GDF. Su primer encuentro con López Obrador fue en la oficina del Jefe de Gobierno en el Antiguo Palacio del Ayuntamiento. No hubo una presentación formal. En cuanto la nueva asistente llegó, Andrés Manuel la saludó y le pidió, junto con el resto del equipo, que se fueran adelantando al evento que tenían programado para ese día. Que se fueran «de avanzada» como se maneja en el argot político.
La oferta laboral que le hicieron a la estudiante establecía ir solamente a la oficina de lunes a viernes por las mañanas, los fines de semana serían libres. Su función era desde asistir al alcalde capitalino hasta abrirle la valla para que pasara. Cuando llegaban presidentes y funcionarios de otros lugares que no eran de habla hispana, Polimnia era quien los recibía. En una semana le bastó para decir “adiós escuela, adiós familia y adiós vida”. No volvió a regresar a la veterinaria nunca. Entraba a trabajar a las 5:30 de la mañana y salía entre 9 y 10 de la noche. Los horarios del sábado y domingo no eran muy distintos a los de la semana. “A pesar de todo descubrí que puedes ser feliz con otras cosas y no sólo con lo que habías planeado”.
LA MADRE DE TODAS LAS GACELAS
Nadie la capacitó. La recién llegada al equipo de “El Peje” se dejó llevar por su sentido común. Sin embargo, a los seis meses de haber entrado a trabajar con Andrés Manuel, éste la mandó a llamar. Necesitaba hablar con ella. Como sucede frecuentemente en estos casos, la subordinada se imaginaba lo peor. Polimnia hacía memoria para recordar qué había hecho de malo. López Obrador la sentó frente a él y le dio la consigna de que liderara un equipo de cinco mujeres que le ayudaran, sobre todo con el tema de su seguridad personal.
AMLO entendió que Polimnia estaba rebasada. Que ella sola ya no podía. En una ocasión Andrés Manuel estuvo a punto de tener un accidente. Estaba de visita en una secundaria y, era tanta la gente, que nadie vio un escalón el cual ocasionó que el Jefe de Gobierno no pudiera dar bien el paso y estuvo a punto de hacer. Las mismas personas arremolinada a su alrededor fueron las que lo sostuvieron antes de llegar al piso.
Claro que López tenía personal masculino encargado de cuidarlo, pero no le gustaba. A decir de Polimnia, el político perredista consideraba que las mujeres daban una imagen “más suave” comparadas con el clásico guarura de funcionario público. Fue Andrés Manuel quien decidió que fueran mujeres quienes lo cuidaran. Así que por recomendación del procurador capitalino Bernardo Batiz, Polimnia buscó a sus discípulas en el Instituto de Formación Profesional de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal.
La selección no fue fácil. Se trataba de reclutar mujeres de temperamento fuerte pero al mismo tiempo lo suficientemente discretas para que pasaran desapercibidas entre la gente que asistía a los eventos. Polimnia, junto con María de los Ángeles Fernández, directora ejecutiva del Instituto, hicieron un primer filtro de las candidatas mediante las de mejores calificaciones. De esa selección hubo una segunda fase donde el aspecto físico era determinante: que no fueran ni muy altas ni muy bajitas, ni muy delgadas ni muy grandes. Nada de tintes rojos o platinados. Después de la entrevista, las reclutadoras hicieron visitas domiciliarias a la casa de cada una de las candidatas. Finalmente el selecto grupo quedó conformado por cinco elementos: Jessica, Norma, Leticia, Araceli y Jazmín. La prensa inmediatamente las bautizó como “Las Gacelas”.
Polimnia las capacitó, las coordinó, las asesoró sobre lo que sí y lo que no había que hacer; lo que aprobaba y reprobaba el Jefe de Gobierno. Tomó junto con ellas un curso de protección a funcionarios y fue la propia Romana la que les decía a sus discípulas: “el chaleco antibalas jamás se lo va a poner López Obrador, a él no le gusta eso; no es necesario probar la comida antes que AMLO para ver si le echaron algo, él se come todo lo que le de la gente”.
A pesar de que, como dice el refrán, si camina como pato, se oye como pato y se ve como pato es porque es un pato, Polimnia es categórica: “yo no fui Gacela”. Y reduce su participación sólo como coordinadora de este equipo que incluso, tiempo más tarde, viajó a Israel para capacitarse para recibir cursos en materia de protección y seguridad.
CASI EN EL ALTAR
Polimnia Romana se dio una segunda oportunidad en el amor. Fue cortejada por más de cuatro meses por Roberto Candia, quien luego de ser reportero interno del Gobierno del Distrito Federal se convirtió en político. Candia constantemente la invitaba a bailar. Cuando ella por fin accedió, él le dijo que mejor fueran a cenar porque en realidad no bailaba. Esa fue su estrategia para conquistarla. En 2004 comenzaron una relación formal. Romana, en una entrevista en 2014 para Cuna de Grillos, describió a Roberto como “un hombre sensible, buen hijo” y como el hombre que se convirtió en su gran apoyo durante el tiempo que ella se dedicaba a la coordinación de las giras de Andrés Manuel López Obrador por toda la República Mexicana.
Romana y Candia comenzaron a vivir bajo el mismo techo desde agosto de 2005 hasta finales de 2009. Y a pesar de que existía “una gran chispa” entre los dos, la falta de tiempo para coincidir terminó por desgastar la relación que, según varias fuentes, estaba por llegar al matrimonio. Aunque en un principio hubo una distancia tajante tras la ruptura, casi tres años después volvieron a coincidir como compañeros de trabajo en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal y comenzaron a tener contacto nuevamente, ya en un sentido distinto al romance. A la fecha, ambos mantienen una relación cordial, de la que muchos de sus amigos y compañeros se asombran, según palabras de la ahora ex perredista.
EN BÚSQUEDA DE LA DIPUTACIÓN
A lo largo de casi una década Polimnia se convirtió en la sombra de AMLO. Ella fue testigo del desafuero de López Obrador, de los controvertidos resultados de las elecciones de 2006, del plantón de Reforma –donde su jefe nunca la dejó dormir– y de la campaña que Andrés Manuel hizo durante seis años para contender por la presidencia en 2012. Pero conforme pasaba el tiempo ella se dio cuenta que estaba a punto de cerrarse su ciclo con el entonces aspirante a la Presidencia.
El viaje que hizo todo el equipo de campaña de López Obrador a los 418 municipios en el estado de Oaxaca, los últimos cinco meses de 2009, marcó el principio del fin para Polimnia. Descubrió que, a pesar de lo pesadas e intensas de las giras de trabajo, no era la suyo. “Yo tenía que empezar a construir mi propia carrera. A portar desde mi trinchera algo que generara un beneficio para mi país. De mi trabajo con Andrés ya le tocaba a alguien más. Siempre hay que dejar hijos laborales y yo ya no tenía nada que hacer ahí porque no tenía nada nuevo que aprender”.
¿Cómo te las viste después del 2006?
Muy duras, otra vez me volví a quedar sola, sin un equipo. Volví a hacer el trabajo de muchas personas a la vez.
¿Cuánto ganabas como asistente de Andrés Manuel?
Nunca tuve un sueldo. El gobierno legítimo nos daba un apoyo.
¿Cuánto era?
No recuerdo muy bien.
¿10 mil pesos al mes?
Más o menos, entre viáticos y un apoyo que nos daban en el gobierno legítimo.
¿Y con eso te alcanzaba para vivir?
Afortunadamente tuve a mi papá como patrocinador y pude vivir prácticamente sin un sueldo.
¿Qué te dijo López Obrador cuándo te fuiste de su equipo?
Fue un momento muy de él y mío. Por un lado está contento y su apoyo moral es lo más grande que puedo tener.
¿Te ayudó el trato que tuviste con los animales para sobrevivir en la política?
Sí, claro. Me generó paciencia, me ayudó a adivinar ojos, a saber leer la mente. En veterinaria nadie te dice me duele aquí. Hay que desarrollar esa sensibilidad.
¿Por qué no regresaste a tus orígenes como médico veterinario?
Cuando entras a esto de la política ya no te puedes salir. Es mucha la adrenalina.
¿Es como la mafia?
¡Sí! –ironiza con la mirada– ya no te puedes salir.