Biografías
Manuel Granados, de Iztapalapa para el mundo
No debe ser fácil conciliar el sueño cuando uno carga con el peso de ser el abogado de la recién promulgada Ciudad de México. De hecho, debió ser imposible dormir para quien estuvo al frente de que se cumpliera la consigna que marcará la Jefatura de Gobierno de Miguel Ángel Mancera Espinosa: la Reforma Política para el Distrito Federal que lo convertirá en el estado 32 de la República Mexicana. En cambio, Manuel Granados Covarrubias –quien desde julio de 2015 ocupa la silla más importante en el despacho del Consejero Jurídico y de Servicios Legales– en estricto sentido no se percibe flaco, no se muestra ojeroso, tampoco se le observa cansado y, dice, tiene muchas ilusiones.
Estamos en el Antiguo Palacio del Ayuntamiento. En la oficina que se localiza en el tercer piso del edificio marcado con el número 2 de la Plaza de la Constitución, en el Zócalo capitalino. Son las 18:00 horas de un miércoles de febrero. Después de atravesar los retenes de seguridad para el acceso a la sede del Gobierno de la Ciudad de México fui recibido por el secretario particular de (@ManuelGranados_). El primero, luego de ofrecerme algo de tomar me dirigió, a través de un pasillo, a la puerta de maderas finas que al ser abierta me dio el acceso a la oficina de «El doctor Granados», la incubadora donde hasta el 2017 se seguirá gestando la metamorfosis de la CDMX .
El político que recientemente se afilió al Partido de la Revolución Democrática (PRD) me recibió vestido con un pantalón gris, camisa blanca, chaleco color vino y zapatos negros perfectamente boleados. De fondo y con volumen bajo, se escuchaba música clásica proveniente de la bocina que está detrás de su escritorio.
El Consejero me saludó con el apretón de manos que comunica seguridad y de inmediato lanzó «aquí está mi tarea», señalando los documentos y fotografías que conforman lo que podrían ser sus recuerdos más sagrados y que le solicité previamente que tuviera listos para la entrevista de semblanza con Cuna de Grillos.
Nos sentamos en la sala tapizada de piel negra que está en su oficina y, mientras hablaba orgulloso de sus títulos y diplomas, la mesa de centro frente a nosotros se llenó con toda su historia académica. Cuando tocó el turno de ver las fotografías de su infancia, la emoción se apoderó de Manuel Granados. Irrumpió la sonrisa permanente. Su rostro se convirtió en el de un niño de 41 años rememorando las aventuras tatuadas en sus recuerdos.
Sentado en el sillón individual de su despacho, el hombre que terminó de cocinar el Nuevo Reglamento de Tránsito del DF dio una última revisada a sus dos teléfonos móviles y los dejó a un lado para dar inicio a la entrevista. Ante la primera pregunta sobre cuál es la relación sobre su infancia y destino Granados Covarrubias guardó silencio y, segundos después, abrió la puerta a los recuerdos: “En mi casa nunca se supo lo que era despertarse a las diez de la mañana, desde la siete ya todos estaban arriba y haciendo cosas”. Ese hábito sigue presente en la vida de este abogado, quien todos los días imparte clases en punto de las siete de la mañana, en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México.
El catcher Mexica
La historia de Manuel comenzó a escribirse el 1º de agosto de 1974, fecha en la que el abogado y ex diputado Manuel Granados Chirinos y su esposa, Atala Evangelina Covarrubias, trajeron al mundo al menor de sus tres hijos quien, entre los herederos del matrimonio, es el único hombre debido a que en 1973 procrearon a Liliana Andrea, actualmente licenciada en Relaciones Internacionales, y en 1972 dieron la bienvenida a Jessica María, quien años más tarde estudió la carrera de Odontología.
Dentro de la memoria olfativa del Consejero Jurídico y de Servicios Legales quedó guardado el olor del arroz rojo que su madre preparaba cuando los miembros de la familia se sentaban juntos frente a la mesa. A pesar de que no fue un niño glotón, Manuel Granados recordó ese olor que, en cuanto llega a su nariz, lo transporta a aquellos años en los que cursó la educación básica en la escuela primaria Enrique Laubscher, ubicada en el barrio de San Lucas, en la delegación Iztapalapa, demarcación donde la familia Granados Covarrubias se asentó después de su matrimonio. En el predio ubicado en la calle San Ignacio número 38 vivían, en casas separadas, sus abuelos paternos Miguel Granados Guillén y María Chirino Alonso, unos tíos y Manuel papá junto a su esposa Atala, quien siempre se dedicó al hogar, y sus tres hijos.
En la delegación Iztapalapa –la que tiene mayor población de las 16 delegaciones de la Ciudad de México– fue donde se gestaron los primeros fragmentos de felicidad en la memoria de Manuel. Y es que en esa casa de San Ignacio, después de regresar de la escuela y hacer su tarea, pasaba horas jugando con un coche de pedales que le compraron sus papás. Luego llegaron los patines y más tarde, con la asesoría de su familia, dio sus primeros pedaleos en la que se convertiría en su compañera de muchas batallas, su primera bicicleta.
Cada vacación de verano, los padres de Manuel lo inscribían en cursos donde se impartían clases de karate, natación y fútbol, entre otros. Pero hacia los cuatro años de edad se manifestó el que se convertiría en su deporte favorito: el béisbol. Así que Granados Covarrubias pidió a sus padres que lo inscribieran en la liga ‘Mexica’ donde con su equipo participó en varios torneos y fue seleccionado nacional. No es extraño que para Manuel uno de los momentos más felices de la primera etapa de su vida haya sido cuando su equipo resultó vencedor en una competencia y él recibió un reconocimiento especial por ser el promotor de varias de las carreras que los llevaron al triunfo.
Un niño de dos dígitos
Manuel creció rodeado de amor por su familia, con su madre Atala, pues “ella era la que nos ayudaba a conseguir los permisos para salir a jugar y nos consentía”. Por su parte, su padre, fue un hombre “muy estricto en muchos aspectos. A él había que cumplirle con buenas calificaciones y buena conducta”. Pero esto no fue un camino de obstáculos para el «Benjamín» de los Granados, pues desde niño fue un alumno de dieces. En varias ocasiones apareció en el Cuadro de Honor de la primaria, etapa en la que Manuel recordó a sus hermanas mayores, con las que construyó una relación sólida. “Liliana (la mayor de todos) nos ayudaba a hacer las tareas, pero no es que me las hiciera, me enseñó a buscar en las enciclopedias y en los libros; me corregía mis errores. Jessica era más alegre y sociable”, con una chispa que el entrevistado recuerda como “la que siempre estaba buscando qué hacer para divertirnos”.
Sus calificaciones con dos dígitos llevaron a Manuel a formar parte de la escolta en la escuela. Por su parte, su voz y seguridad lo llevaron a ser seleccionado para fungir como maestro de ceremonias en prácticamente todas las actividades cívicas que se realizaban los lunes en la primaria. De hecho, fueron esas sesiones matutinas las que despertaron en Granados al declamador que llevaba por dentro, pues a partir de ahí comenzó a participar en varios concursos de oratoria. Para orgullo de sus padres se graduó de la primaria con promedio de 10. Cerrado.
De política y religión
Es del dominio público que Iztapalapa se ha destacado por su devoción y conservación de las tradiciones religiosas. La familia Granados no fue la excepción. En el barrio donde habitaban se veneraba a San Ignacio, santo por el que se le dio el nombre a la colonia donde vivían Manuel con los suyos. Además, también se acostumbraban las mayordomías, en las que cada barrio de la delegación tiene su propia capilla y cada mes celebran una fiesta en uno de los ocho diferentes barrios. En estos festejos Manuel narró haber degustado platillos como las alcachofas, los huauzontles, el mole y los tamales de frijol.
Cuando el menor de los Granados Covarrubias entró a la Secundaria Diurna número 22 Enrique Aragón, ubicada en el barrio de San Lucas, en Iztapalapa, conoció al profesor de apellido Parra, quien además de enseñarle Matemáticas, lo invitaba a las marchas de maestros que se organizaban en aquella época. A sus 12 años, Manuel estuvo presente en varios de los movimientos que hacían los docentes. En ese tiempo también se enamoró de la materia de Literatura, en la que entre los primeros libros que leyó destacan los cuentos de la colección Sepan cuantos, donde había títulos de Gustavo Adolfo Becquer y Pedro Calderón de la Barca.
Desde los 14 años Manuel ha sido altamente hiperactivo y le encantaba leer. Gracias a lo segundo pudo entender el trabajo que su padre hacía en defensa de los campesinos y, por supuesto, fue la mayor influencia de su único hijo hombre para involucrarse en el mundo de la política. De alguna manera siguió sus pasos, pues estudió la licenciatura en Derecho, la misma carrera que su progenitor y, al igual que aquél, llegó a convertirse en diputado.
Manuel terminó la secundaria con un promedio de 9.8 y cuando inició sus estudios a nivel medio superior en la Escuela Nacional Preparatoria, Plantel 6 Antonio Caso, de la UNAM, su dirección de vida enfocó su rumbo hacia la política. El gusto y la habilidad que tenía en la oratoria, permitieron que el joven Granados participara en varias actividades académicas.
De lunes a viernes, y algunos fines de semana, Manuel tomaba un microbús que pasaba en la avenida 5 de mayo, en Iztapalapa, y se bajaba en la estación del metro Portales. De ahí tomaba el metro hasta la estación General Anaya de la línea 2 y caminaba hacia su escuela, ubicada en la calle Corina número 3, en Coyoacán. En la preparatoria Manuel estuvo en su primera organización estudiantil que tuvo por nombre Asociación Cultural Juvenil, dio sus primeras conferencias y se metió de lleno a los temas de organización y liderazgo. También participó en los procesos electorales de la UNAM, al tiempo que ganaba varios de los concursos de oratoria que se abrían en la máxima casa de estudios.
Cuando tocó el momento de elegir el rumbo de su profesión, Manuel seleccionó el área 4, que en aquel entonces era para Derecho. Después, ingresó a la Facultad de Derecho de la UNAM donde ahora sí, con todas sus letras, se metió de lleno al tema político. Su carrera demandaba leer muchos textos, pero él, por su cuenta, era apasionado de las lecturas políticas e históricas. Una de las biografías que lo marcó fue la del revolucionario Emiliano Zapata, de quien se refiere como un personaje que «siempre he admirado, ha sido un eje y un ejemplo. Quizá por la influencia de mi padre por el tema de la protección agrarista, la protección a los campesinos, pero luego la vida propia de Zapata y su defensa de las personas y buscar mejores condiciones de vida para todos, me marcaron».
En su etapa universitaria Manuel tuvo gran influencia de profesores que con el tiempo se convertirían en sus amigos, como Ignacio Burgoa, quien le dio la materia de Garantías y de Amparo; Raúl Carrancá y Rivas, quien le dio Derecho Penal; y José Zarukhán cuando éste era rector de la UNAM.
Gracias a las vivencias que tuvo con estos “grandes personajes” Granados Covarrubias decidió que parte de su vida profesional estaría dedicada a la cátedra, actividad que realiza todos los días, desde hace 12 años, en la Facultad de Derecho, donde ve a varios «Manueles» entre sus alumnos que le recuerdan los tiempos en los que él también llegaba a Ciudad Universitaria en transporte público, a veces con lo justo para pagar su pasaje de regreso a casa y sin posibilidad de comprarse nada más. A la menor provocación da a sus alumnos el mensaje: “no se vale darse por vencidos sin antes haber luchado”.
Dos doctores en uno
Manuel Granados se tituló en 1999 como licenciado en Derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México con un promedio de 9. A partir de ahí comenzó a involucrarse cada vez más en temas políticos y continuó haciendo una de sus actividades favoritas: estudiar. Cursó la especialidad en Derecho Constitucional y Administrativo, así como una maestría en Derecho de la que se graduó con “mención honorífica”. Tiene diplomado en Análisis Político por la Universidad Iberoamericana y maestría en Dirección y Gestión Pública local por la Universidad Carlos III de Madrid, España.
Su carrera en la administración pública despegó en julio de 2003, cuando fue nombrado asesor de la Subsecretaría Política Sectorial de la Secretaría de la Reforma Agraria, cargo que ocupó hasta noviembre de 2006, cuando le dieron la dirección general Jurídica Adjunta en la misma dependencia de diciembre de 2006 a abril de 2007, luego en mayo de ese mismo año se le designó como coordinador de asesores de los entonces procuradores generales de Justicia del Distrito Federal, Rodolfo Félix Cárdenas (2006-2008) y de Miguel Ángel Mancera (2008-2012), con quien además de trabajar, surgió una amistad.
Manuel Granados se convirtió en diputado local por el distrito 16 en 2012, y en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal presidió la Comisión de Gobierno y fue vicepresidente de la Especial de Reclusorios. En el año 2013 su nombre y apellidos aparecieron en la lista de «Los 300 líderes más influyentes de México», de la revista Líderes Mexicanos. Sus más recientes grados académicos fueron dos Doctorados: uno en Administración Pública en el Instituto Nacional de Administración Pública, A.C. y otro en Derecho por la UNAM.
Tras su salida de la ALDF, Granados fue nombrado por el jefe de gobierno, Miguel Ángel Mancera como titular de la Consejería Jurídica y de Servicios Legales del gobierno capitalino. Al hacer una balanza de su vida Manuel dijo que ha cumplido y superado muchas de las metas que se había puesto al inicio de su vida profesional.
Con la declaración de la Ciudad de México como el estado número 32, el Jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera ha puesto el dedo sobre varias personas que se encargarán de elaborar la Constitución Política que regirá a la Ciudad de México en el futuro y uno de esos elegidos es Manuel Granados Covarrubias, quien específicamente ha sido designado como secretario técnico de dicho grupo constituyente, un reflector que, según los analistas políticos, podría ser la antesala de una posible candidatura en 2018 a la primera gubernatura de la Ciudad de México.