No. El rol dentro de su familia no es el convencional. Josefina Eugenia Vázquez Mota (), la candidata a la gubernatura del Estado de México por el Partido Acción Nacional (PAN), está parada desde hace muchos años del lado de las esposas y madres que forman parte de la Población Económicamente Activa.
Definitivamente no es poca cosa, y es que estas compañeras de faldas, pero con muchos pantalones, administran el tiempo con grado de maestría: diariamente madrugan para su propia producción, llevan a los niños al colegio, cumplen con sus horas laborales, regresan a casa para servir de comer y hacer tareas con sus hijos, luego los bañan y los duermen lo más pronto posible para entonces cambiar a su papel de geishas y atender al marido “como se merece”.
VER: Sergio Ocampo, el esposo de Josefina Vázquez Mota
(Foto: Internet)
No se sabe si a Josefina le de por vestirse con kimono al caer la noche, pero parece que con esos ojitos rasgados no se le vería nada mal. De sus 51 años de edad, Vázquez Mota lleva casada 28 con Sergio Ocampo Muñoz con quien procreó tres hijas: María José (1987), Celia María (1990) y Montserrat (1994). En estas últimas dos décadas la ahora aspirante a ocupar la silla más importante del gobierno del estado de México le dijo adiós a la exclusividad como ama de casa y, tras el nacimiento de sus descendientes, se incorporó formalmente al trabajo retribuido.
VER: Josefina Vázquez Mota, una lección para ella
(Foto: Internet)
Jose –como le dicen de cariño los allegados a Josefina– primero se desempeñó como conferencista en temas de autoayuda, eventos por los que llegó a cobrar hasta 6 mil dólares por ponencia. En seguida vino la publicación de su libro Dios mío hazme viuda por favor el cual, a pesar del título que podría sugerir que es un manual para quedarse con una jugosa herencia, en sus páginas habla de superación personal.
Más tarde, en 1996, los Ocampo Vázquez se trasladaron a vivir a la ciudad de Chihuahua por cuestiones de trabajo y todavía no acababan de desempacar la mudanza cuando Josefina Vázquez recibió una llamada de parte del entonces diputado panista Carlos Medina Plascencia, quien le pedía viajar al Distrito Federal para presentarla con Felipe Calderón Hinojosa –entonces Presidente del PAN– y también, el mismo Medina, le propuso poner su primer pie en el servicio público como diputada en el Congreso.
Sergio le dijo que no a su esposa. El agua no estaba como para tamales. Los recientes asesinatos en 1994 de los priistas Luis Donaldo Colosio Murrieta y José Francisco Ruiz Massieu hicieron que Ocampo, lo que nunca, le pidiera a su esposa no responder al llamado. Sus hijas también estaban muy pequeñas y requerían más cuidados y atenciones por parte de su mamá. Así que la mezcla de ambos argumentos pospuso el debut de Josefina en el fangoso terreno político. Eso sí: fue la primera y última vez que Vázquez Mota le pidió permiso a su marido para algo.
En el 2000 se salió con la suya. Josefina se sentó por primera vez en una curul de la Cámara de Diputados. Se vino a vivir a la Ciudad de México mientras que su familia se quedó por un tiempo más en Chihuahua. Los ciclos escolares de las niñas y lo complejo del traslado debido a los negocios familiares, le impidieron viajar con los suyos a la ciudad. A pesar de que la relación con sus hijas se mantuvo latente vía telefónica y los fines de semana que viajaba para verlas, quien realmente sacó la casta en ese momento fue Sergio, pues se hizo cargo por completo de tres hijas.
Contrario a las guerreras multitasking que se mencionaron anteriormente, en esta historia era Sergio el que se levantaba temprano, llevaba las niñas al colegio, luego se iba a trabajar, por teléfono supervisaba con el personal de servicio que estuviera la comida a tiempo y, en la mayoría de las ocasiones, se sentaba con sus hijas a la mesa. También fue víctima de una agenda que a veces se lo impedía.
El que toda la familia se asentara en el DF no cambió mucho las cosas. Luego de tres meses en el Congreso, la carrera de Vázquez Mota tuvo un vertiginoso ascenso y se convirtió en Secretaria de Estado ocupando la oficina principal en la Secretaría de Desarrollo Social, durante el sexenio de Vicente Fox ().
VER: La metamorfosis de Josefina Vázquez Mota [FOTOS]
(Foto: Internet)
La política, celosa por naturaleza, empezó a cargar la balanza más hacia el trabajo que hacia la calidad de vida. El terreno familiar no fue la excepción. Cuenta la leyenda que en Sedesol, la panista adaptó una oficina contigua a la suya para que sus hijas pudieran estar haciendo ahí su tarea, comiendo, viendo películas o jugando, bajo el cuidado de unas niñeras. El objetivo era que entre junta y junta ella les pudiera “echar un ojito”. No está a discusión que fue una de las épocas de mayor crecimiento profesional de la ahora aspirante a la gubernatura estatal. Pero la vida así como da suele quitar. Por lo tanto hubo cumpleaños, celebraciones, depresiones, confidencias y eventos que Josefina no pudo compartir con sus hijas.
Para el 2006 le llegó la Secretaría de Educación Pública a Vázquez Mota y, con ello, sus encontronazos con la entonces líder del Sindicato de Maestros, Elba Esther Gordillo. Fue una guerra difícil. Le requirió a Josefina ocupar hasta sus horas de sueño armando estrategias para no caer vencida. Otra vez sus hijas no estaban en el primer plano. A pesar de ello, no libró ninguna de las batallas: la destituyeron de la SEP y Elba Esther siguió haciéndole honor a su sobre nombre de “Doña Perpetua” en el gremio magisterial hasta el 26 de febrero de 2013 cuando fue detenida en el aeropuerto internacional de Toluca.
VER: 8 vestidos de novia de ocho mujeres que se dedican a la política
(Foto: Internet)
Y cuando despertó Josefina se dio cuenta que sus hijas ya no estaban ahí. Ya eran adolescentes, con la hormona a tope queriendo vestirse a la moda, ir al cine sin la compañía de su papá y, por supuesto, salir a fiestas para conocer chicos. El patriarca, cual celoso guardia de la virginidad de las Ocampo, se mostraba estricto con las reglas y las horas de llegada. Josefina volvió a hacer su aparición –vamos, tampoco es que se haya ido por completo– y aplicó en casa su experiencia como negociadora. Las dos primeras de sus hijas ya eran mayores de edad y había que adaptarse a los tiempos y espacios que los jóvenes de esta generación necesitan.
Los domingos eran híper sagrados. Muy de familia. Era típico que los Ocampo se fueran a misa a la iglesia de San Ignacio de Loyola, en Polanco, y de ahí se iban a comer juntos a algún restaurante o a casa de algún familiar. Claro, estos verbos están conjugados en pretérito porque con la campaña rumbo al 2012 los fines de semana perdieron su fuero de intocables. En su lugar se empezó a utilizar la frase “pinear en familia”, a través de la BlackBerry.
El día que Josefina decidió contender para la Presidencia de México sentó a su gente a la mesa. Una vez más tendría prácticamente que dejar por completo su casa y a los suyos durante la contienda electoral. En realidad no fue nada nuevo ni para sus hijas ni para su esposo. La única diferencia es que ahora les pidió cerrar filas con ella y armar en casa su propio “cuarto de guerra”, como se le llama al espacio donde los políticos realizan con sus asesores los manejos de crisis, por lo que pudiera venir.
No era para menos. En la guerra (política) y en el amor todo se vale, así que cada uno de los Ocampo Vázquez eran vulnerables y por lo tanto tenían que estar vacunados para los posibles ataques de los contrincantes, quienes no sólo iban a disparar en el terreno profesional sino incluso en el personal. Todos dijeron que sí. María José, actualmente de aproximadamente 30 años, se regresó de estudiar una maestría en Derecho en la Universidad de Fletcher, en Boston, para incorporarse a la campaña de su mamá; la más pequeña, Montserrat, de ahora 22 años, y quien estudiaba la preparatoria, seguramente se comprometió a no darle ningún Retuit a cualquier Tuit que tuviera las palabras “prole” y “pendejo”. La única que le pidió a su madre mantenerla en el anonimato fue Celia María de alrededor de 26 años y en ese entonces estudiante de Medicina, pues, dicho por la joven, “quería seguir ayudando a la gente en los hospitales públicos y que los funcionarios no le dieran un trato diferente”.
VER: El Fashion Emergency de las políticas
(Foto: Internet)
Josefina respetó la decisión de su hija hasta donde pudo. Incluso, fue la propia Celia María quien llegó tarde a la sesión de fotos y reportaje para la revista Quién (publicada a finales de 2011) disculpándose porque estaba trabajando en un hospital. Alcanzó a platicar con el reportero en una breve entrevista, pero ya no salió en la foto. Hasta ahí madre e hija habían respetado su acuerdo. Sin embargo, el que la descendiente “más gordita” de Josefina no haya estado en la foto de portada de la publicación resultó contraproducente. En las redes sociales se generó una campaña de desprestigio contra la candidata, a quien acusaban de hacerle bullying a su propia hija. Celia María comenzó a aparecer, a su pesar, en las imágenes oficiales de la fiesta de cumpleaños 51 de su mamá y otros eventos públicos. Los Pinos son Los Pinos.
El resultado de la elección presidencial no le favoreció a Vázquez Mota. Se especuló que saldría de la escena política para compensar el tiempo perdido con su familia y recuperarse del desgaste político que sufrió como candidata a la presidencia dentro y fuera del PAN, pero como dice el refrán «más pronto cae un hablador que un cojo» se volvieron a escuchar los apellidos de Josefina a inicios de 2017 como posible candidata a la gubernatura del Estado de México, lo que se confirmó son su toma de protesta el pasado 5 de marzo de 2017.
VER: Las integrantes del Club de la Perlita
(Foto: Internet)
En el caso de que Josefina Vázquez resulte ganadora será histórico para nuestro país tener por primera vez a una mujer gobernadora del Estado de México y a un personaje emanado de otro partido político que no sea el PRI al frente del gobierno. El tema de las hijas de Vázquez Mota no es menor. Aunque ya más jóvenes que adolescentes recordemos que a ellas les ha tocado vivir la ausencia materna por culpa de una villana llamada política a la cual no sabemos si, ya estando en el poder, le pasen todas sus facturas pendientes.
VER: Los collares de la simpatía política
(Diseño: Antonio Badillo)