Biografías

Los secretos mejor guardados de Alberto Silva Ramos [PERFIL]

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Tiene 46 años, es divorciado y padre de dos hijos. Este amante del golf ha visto los días más luminosos y grises en su natal Veracruz, un estado que ahora aspira a gobernar.
Los secretos mejor guardados de Alberto Silva Ramos [PERFIL]
Silva Ramos

El coronel Francisco Silva enseño a su hijo a jugar Golf desde pequeño (foto: Cuna de Grillos).

El olor de la fruta de mandarina es uno de los muchos que habitan en la memoria olfativa del actual diputado federal por el Partido Revolucionario Institucional, Alberto Silva Ramos (Veracruz, 1967). No es casualidad. Cuando apenas tenías seis años de edad, su padre, el coronel Francisco Silva Ortiz llevaba a su hijo a jugar golf al campo que hoy se conoce como Club Campestre Tuxpan y, mientras se encontraban trasladándose de un hoyo a otro, el patriarca le quitaba la cáscara a una mandarina y le compartía jugosos gajos a su descendiente mientras que, de manera paralela, lo aleccionaba sobre cómo golpear la pelota de golf.

Tras la muerte del Coronel en 1990, Alberto Silvia volvió al campo de golf sin su papá. Puso en práctica lo aprendido. Cuando se aproximó al roof para recoger la pelota que había lanzado, le llegó un olor a mandarina que lo hizo enfrentarse a un particular Déjà vu. Recogió su pelota y guardó su palo de golf en el estuche. Salió del campo y no volvió a golpear un pelota de golf en los 20 años siguientes.

 

Génesis del carisma

Alberto es el menor de los cinco hijos que Francisco Silva Ortiz procreó durante su matrimonio con Delia Elvira Ramos Salina. La leyenda cuenta que ambos se conocieron en la ciudad de Nuevo Laredo, en el estado de Tamaulipas, donde los dos también coincidían en su fecha de nacimiento: 1925. En aquel entonces, Francisco era estudiante del Heroico Colegio Militar en la Ciudad de México, por lo que era poco el tiempo que tenía disponible para estar al lado de Elvira. Su mayor comunicación era a través de cartas y fotografías que se enviaban el uno al otro hasta que en 1948 contrajeron matrimonio, en la ciudad que los vio nacer, en una ceremonia íntima.

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Los padres de Alberto se llaman Francisco y Elvira y se casaron en 1948 (foto: Cuna de Grillos).

  

Debido al trabajo de Francisco en la milicia, la familia Silva Ramos cambió en varias ocasiones de residencia. Con el tiempo comenzaron a llegar los hijos, quienes inhalaron sus primeras bocanadas de aire en diferentes estados de la República mexicana. Primero nació Mirta, en Concepción del Oro, Zacatecas [20 de abril de 1950] quien es educadora; luego llegó Nadia en Torreón, Coahuila, [20 de enero de 1952] que actualmente es decoradora; en Tampico, Tamaulipas, hizo su debut Lizeth [31 de agosto de 1958], quien es Administradora de Empresas; en esa misma ciudad arribó Francisco [19 de abril de 1960] y estudió Administración Pública. Luego, al cabo de siete años, el 9 de septiembre de 1967 llegó al mundo Alberto, rodeado del clima tropical del puerto de Tuxpan, en Veracruz, al tiempo que su padre fue llamado a dicho estado para recibir su nuevo encargo como Coronel.

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Alberto Silva nació en Tuxpan, Veracruz en 1967 (foto: Cuna de Grillos).

 

Beto Silva –como le dicen de cariño al actual diputado priista– pasó los primeros años de su infancia en su natal Tuxpan bajo una enseñanza y disciplina estricta por parte de su padre. Eso sí, los domingos eran días de relajación y carnes asadas en la playa, con toda familia. En aquel poblado, donde la naturaleza y el clima cálido emanan de manera permanente, el menor de los Silva inició su vida académica en la escuela primaria Regina Núñez y luego en el Colegio Patria, ambos privados. 

Sus dotes de galán comenzaron a hacerse presentes. El niño Silva, en una de sus anécdotas le dio, con decisión, un papelito a una de sus compañeras de la primaria, en el cual le preguntó si quería ser su novia. El acto quedó en el intento. De manera cotidiana, al salir de la escuela, Beto regresaba a su casa para hacer la tarea, lo cual no era de mucho agrado, pues no era fanático del estudio. Sin embargo, en su historial lograba buenas calificaciones.

Luego de sus obligaciones con el lápiz y el papel, como cualquier otro niño, Silva salía a jugar con sus amigos al fútbol, en medio de la naturaleza veracruzana, hasta alrededor de las nueve de la noche, hora marcada por su mamá para volver a casa. En otras ocasiones Alberto disfrutaba de largas caminatas sobre la playa al lado de Elvira. Acompañados de los espectaculares atardeceres de Tuxpan, el niño se llenaba los oídos con las historias que la matriarca le contaba, mientras caminaban descalzos sobre la arena, a la orilla del mar. Pero no todo fue miel sobre hojuelas. Entre las desavenencias que a Beto le tocó enfrentar a su corta edad fue el cambio radical en su núcleo familiar: la separación de sus padres.

 

Adiós, señor Coronel

Los Silva Ramos eran una familia de clase media en el Veracruz de la década de los 70. El patriarca, Francisco Silva, había fundado junto con sus socios un campo de golf que ahora lleva el nombre de Club Campestre Tuxpan. En aquellos años sus hijos mayores estaban estudiando sus carreras y en casa sólo quedaban Alberto, y su madre, Elvira. Como sucede en los matrimonios de todas las latitudes, las diferencias irreconciliables hicieron su acto de presencia en la relación entre Francisco y Elvira quienes, luego de hacer todo lo humanamente posible por salvar su amor, tomaron la decisión de separar sus vidas.

El menor de la familia, Alberto, apenas contaba con 12 años de edad cuando Elvira hizo sus maletas y, junto con él, se mudaron a la ciudad de Monterrey, en Nuevo León, donde estaba su hermana Lizeth, se instalaron en una casa en la colonia Florida, ubicada muy cerca del Tecnológico de Monterrey (ITESM). Ahí comenzaron de nuevo. Pero no de manera fácil, pues al separarse de su marido, la madre de Alberto tuvo que ingeniárselas para vivir con la pensión que recibía por parte del Coronel. En dicha ciudad, el menor de los Silva continuó con sus estudios en la secundaria pública Jesús Cantú Leal y, para ayudar a su madre, algunos fines de semana y en las vacaciones se iba con uno de sus tíos –que tenían una empresa de exportaciones– y le pagaban diez dólares por descargar carne congelada de camionetas. 

Cuando Alberto concluyó los estudios de secundaria, su hermana Lizeth consiguió un trabajo en una empresa especializada en el rubro de sistemas, localizada en la ciudad de Guadalajara, en Jalisco. Entonces la matriarca decidió que no quería dividir más a su familia, por lo que nuevamente empacó sus cosas, vendió su casa en Monterrey, y se fue a vivir a tierras tapatías con sus dos hijos. En esas latitudes Alberto cursó la preparatoria en la escuela varonil de la Universidad Autónoma de Guadalajara, institución que despertó el instinto político de Silva Ramos, quien hasta ese momento tenía como objetivo de vida convertirse en piloto aviador.

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Silva Ramos quiso ser piloto aviador, pero la vida lo llevaría al mundo de la política (foto: Cuna de Grillos)

  

En su faceta de preparatoriano, Alberto formó parte de grupos de debate donde se abordaban temas políticos, especialidad que atrajo su atención, por lo que decidió ingresar a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en la Facultad de Derecho. Sin embargo, debido a la alta demanda que había para esa carrera, optó por aplicar para Ciencias Políticas en donde, una vez matriculado, conoció a catedráticos como Carlos Sirvent, Luis Alberto de la Garza, Federico Reyes Heroles y César Delgado Ballesteros, con quienes se sentaba en la cafetería de la UNAM, después de clases, para contarles sus proyectos de vida y éstos le ayudaron a darle dirección y visión a sus objetivos.

 

Mexicano al grito de Goya

Una vez que Beto Silva fue aceptado en la máxima casa de estudios, él y su madre dejaron Guadalajara para irse a vivir a la Ciudad de México donde llegaron a ocupar uno de los departamentos de la unidad habitacional Picacho “Emilio Portes Gil” Petróleos Mexicanos (Pemex), ubicada al sur de la Ciudad de México. Desde ahí, todos los días tomaba dos medios de transporte y luego caminaba para llegar a la Facultad. Durante sus años universitarios Silva padeció, como muchos otros estudiantes, las largas horas de estudio y tareas que demandaba la Ciudad Universitaria pero, a la vez, se apasionaban cada vez más en lo concerniente al servicio público.

En una ocasión su maestro de Teoría Política, Carlos Sirvent, invitó a Beto a colaborar en el sistema de encuestas que estaba realizando la Secretaría de Gobernación, en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari. Años más tarde, tras la creación de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, Silva Ramos, a sus 22 años, entró a trabajar en el área de publicaciones de la dependencia, donde hizo su servicio social a cargo de Luis Ortiz Monasterio quien era el director general. En la CNDH Beto estuvo bajo las órdenes directas de la oaxaqueña Dulce María García, quien lo impulsó para convertirse en jefe del departamento de publicaciones donde conoció, tras la sustitución del director, a Carlos Justo Sierra, amigo cercano del entonces presidente de la CNDH, Jorge Carpizo McGregor, abogado que luego de ser presentado por Carlos Justo con Alberto Silva, lo invitó a colaborar con él cuando fue nombrado Procurador General de la República por el presidente Salinas de Gortari.

A su corta edad Beto fungió como subdirector de Información Jurídica de la Procuraduría General de la República y cuando Carpizo fue elegido como Secretario de Gobernación, se llevó a Silva Ramos a su nueva oficina para que fuera director adjunto del Diario Oficial de la Federación, donde conoció a Javier Duarte de Ochoa –actual gobernador de Veracruz­­–, de quien se hizo un gran amigo.

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La UNAM fue la escuela que le abrió las puertas a la política al ahora aspirante a Gobernador de Veracruz (foto: UNAM)

  

Un amor caribeño

Durante sus primeros años como empleado en el gobierno, Alberto conoció a una mujer que desde la primera vez que la vio estuvo seguro de que sería su esposa: Celin Hortencia Farias Caceres, a quien conoció durante un viaje que hizo a la isla de Cuba junto a varios de sus compañeros con los que trabajaba en el Diario Oficial de la Federación. El flechazo se dio cuando Beto y sus colegas paseaban en la Comunidad Turística Marina Hemingway y Alberto vio a Celin. En ese momento, se acercó a ella y le preguntó su nombre. La química fue instantánea y no se separaron durante todos los días que duró su viaje.

A lo largo de un año, un Alberto enamorado aprovechaba los pocos tiempos libres que tenía en la Secretaría de Gobernación para viajar a Cuba. Al tiempo que aminoraba la distancia con llamadas y cartas a su novia, igual que lo había hecho años atrás su padre Francisco con Elvira. Finalmente, en diciembre de 1994, Silva organizó un viaje con algunos amigos a La Habana con la intención de pedirle matrimonio a Celin. En la popular discoteca del Hotel Comodoro, mientras tomaban un trago en una de las mesas de lugar, Alberto sacó de su bolsillo la pequeña caja que contenía la promesa de un futuro juntos. Celin aceptó sin dudar y en ese momento fue cuando decidieron que ella abandonaría Cuba para unirse en matrimonio con Alberto en México. La unión sólo fue por lo civil y se llevó a cabo en la delegación Magdalena Contreras, en medio de una íntima ceremonia celebrada en 1995. Tras el enlace, la pareja se fue a vivir a la unidad habitacional Pemex Picacho, en el departamento donde Alberto vivía junto a su madre.

Los primeros meses de matrimonio fueron complicados económicamente para la pareja, pues en ese tiempo, Alberto fue nombrado coordinador de asesores del coordinador para la Participación Social de la Secretaría de Gobernación, Fidel Herrera Beltrán. Dicha transición lo dejó sin sueldo por aproximadamente siete meses, situación que complicó el inicio de su relación con su esposa. Esa fue la razón por la que la pareja decidió esperar a mejores tiempos para tener a su primer hija, Sara, quien llegó a este mundo el 12 de agosto de 2002, después de seis años de matrimonio, específicamente cuando Alberto ya era asesor de Fidel Herrera en la Cámara de Senadores.

Para cuando Herrera Beltrán se convirtió en gobernador de Veracruz, Alberto Silva no estuvo contemplado en su equipo de trabajo, por lo que dejó el Distrito Federal y se fue a vivir con su esposa y su hija a Metepec, en el Estado de México, donde comenzó a trabajar con Juan Carlos Limón, quien le ofreció un puesto en su despacho ByPower Media, que en aquel 2004 estaba trabajando en la campaña del candidato a gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto. En ese empleo, Alberto escribía guiones para los candidatos y grabó un par de spots para el ahora Presidente de México.

El 23 de diciembre de 2008, durante un viaje que hizo a la ciudad de Tampico, Tamaulipas, Alberto recibió una llamada del entonces secretario de Finanzas y Planeación del gobierno de Veracruz de Ignacio de la Llave, Javier Duarte quien, desde el otro lado de la bocina lo invitó a trabajar en la campaña a la gubernatura de su natal Veracruz. Después de la Navidad, específicamente el 26 de diciembre, Alberto se apersonó en la oficina de Duarte para escuchar la proposición laboral que incluía ser el coordinador de los 202 municipios que hay en Veracruz, cargo que aceptó al pensar que volvería al estado que lo había visto nacer.

Durante esa estancia, Alberto ocupó los cargos de vocal ejecutivo del Centro Estatal de Desarrollo Municipal del Gobierno del Estado de Veracruz y director general del Instituto Veracruzano de Desarrollo Municipal, subsecretario de Infraestructura Regional de la Secretaría de Desarrollo Social y Medio Ambiente del Gobierno del Estado de Veracruz, cargo que ocupó hasta el 28 de enero de 2010 cuando se convirtió en presidente municipal de su natal Tuxpan.

Debido a los conflictos que el crecimiento en su carrera había causado al interior de su matrimonio, Alberto y Celin decidieron poner fin a su relación. Sin duda, un episodio que marcó de nueva cuenta la vida de Silva pues, toda proporción guardada, de alguna manera se repetía la historia que años atrás había vivido con sus padres.

 

Conjugando el verbo decretar

Con el tiempo, a Silva Ramos le llegó una nueva oportunidad en el corazón cuando conoció a una joven de la manera más casual e inesperada, pues en una cafetería veracruzana, mientras pedía su orden de café del día, vio a la mujer que para él fue «la más hermosa que había conocido», Elsa Bazante, quien desde el primer día de su encuentro lo trajo de nuevo a los terrenos del corazón. Poco a poco el romance hizo de las suyas  y al cabo de un año de haber iniciado su relación, Elsa trajo al mundo al segundo heredero de Silva, Emiliano. Pero a pesar del amor que nació entre ambos, esta relación tampoco tuvo futuro y luego de casi dos años, Elsa y Alberto tomaron la decisión de separarse para que el político siguiera enfocado en su vida política en Veracruz y, por su puesto, a dedicarles tiempo de calidad a sus hijos.

Al político priista que el pasado septiembre rindió protesta como Diputado Federal la vida le ha dejado varias cicatrices. Pues ha sobrevivido a una adolescencia difícil donde lo marcó la muerte de su padre víctima de cáncer. Años más tarde se enfrentó al deceso de su madre, en noviembre de 2014. Pero también los cambios radicales en su carrea política, a los que él compara como el juego de la Montaña Rusa, lo han llevado a enamorarse más por la vida, la cual no concibe sin las risas de sus hijos y su pasión por el servicio público que actualmente le ha despertado el anhelo de buscar, y encontrar, la gubernatura de su natal Veracruz.

Silva Ramos

Alberto no concibe su futuro sin las risas de sus hijos y sin la vida política de Veracruz (foto: Facebook)