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Ivonne Ortega sí tiene madre
“Si te metes a la política, me matas”: esa fue la advertencia que le dio a finales de la década de los 90 Ligia Isabel Pacheco Graniel a su hija Ivonne, cuando la menor de sus tres descendientes confirmó la noticia que competiría por la alcaldía del municipio de Dzemul, en el estado de Yucatán. Chabelita –como le llaman de cariño sus allegados a la matriarca de las Ortega Pacheco– estaba muy lejos de cumplir su amenaza. El pasado 19 de noviembre de 2017 celebró la llegada de sus 86 años de edad dueña de un árbol genealógico conformado por tres hijas y seis nietos, entre los que se encuentra Álvaro Humberto, primogénito de Ivonne Ortega Pacheco quien, dicho sea de paso, no sólo se convirtió en presidenta municipal de Dzemul sino que llegó a la gubernatura de Yucatán, el estado que la vio nacer el 26 de noviembre de 1972.
“Me metí a la política para solucionar el problema del drenaje. Literalmente, a causa de un drenaje” así lo explicó la actual aspirante a la Presidencia de México para el 2018 en su autobiografía titulada En el viejo sillón, publicada bajo el sello de Editorial Planeta en 2015. En los primeros textos de las 309 páginas que conforman el ejemplar Ivonne narró que “lejos de cumplir su advertencia, mi mamá se convirtió en mi principal promotora, defensora incondicional y compañera solidaria en las lides políticas, especialmente cuando me vio tan convencida de mi deseo de ser alcaldesa”.
En el libro, que se presenta en su contraportada como “la historia de una mujer orgullosa de pertenecer a un pueblo maya”, la otrora Secretaria General del PRI auscultó en sus recuerdos hasta consignar estos orígenes: su papá, Humberto Ortega Coronado, quería un hijo con toda su alma. Día y noche vivía con la ilusión de un hijo que se llamara Iván. Ya tenía dos hijas: Guadalupe del Socorro, Kokis, y María Isabel, Marisa y pensaba que la tercera sería la vencida. “Yo iba a ser x´tup, como se dice en lengua maya, el hijo más chico, el pequeño. Pero mi mamá dio a luz a una niña, y él se proyectó en mí. No es que me educara como si fuese un hombrecito. Simplemente me educó para ser la fuerte de la casa (…)”.
LOS AMORES DE ANTES
Para que Humberto Ortega pudiera casarse con Isabel Pacheco, él debió esperar veinte años. Cuando empezaron a enamorarse Chabelita apenas estaba cumpliendo trece. “Era una niña, hija del dueño de la tienda de abarrotes del pueblo. En aquel entonces en las relaciones de noviazgo había un ritual de amor muy serio y rígido, sobre todo en sociedades tan conservadoras como los pueblos yucatecos (…) si la ocasión lo permitía, los dejaban bailar aunque no podían tocarse las manos. Eso estaba prohibidísimo. Debía haber un pañuelo entre ellos para que no se tocaran ni se rozaran la piel. Así fue su noviazgo hasta que por fin mi abuelo le autorizó a mi mamá casarse. ¡Veinte años después! Mi mamá ya había cumplido 33. Se casó grande para las costumbres de aquella época. Al año siguiente nació Lupita, tres años después Marisa, y volvió a quedar embarazada cuando ya había cumplido 42 años (que curioso: mi hijo Álvaro Humberto nació cuando yo andaba en los 40). Yo viene al mundo por parto natural, pesando cinco kilos con 200 gramos, luego de tres agotadores días de trabajo de parto”, escribió Ivonne Ortega en sus memorias.
Durante su infancia Ivonne se fue a vivir con sus abuelos, cuyo patio colindaba con el de su casa. “Aunque en ningún momento rompí con la familia. Tan es así que los permisos me los siguieron dando mis papás”. Los sacrificios para estudiar la secundaria, sus primeros trabajos siendo adolescente así como sus inicios en la porcicultura también están narrados En el Viejo Sillón, donde Ortega Pacheco no deja de destacar el apoyo de su mamá en los momentos más trascendentes de su vida privada, como cuando eligió convertirse en mamá. «(El mío) Fue un embarazo muy vigilado. Sólo mi mamá, mi hermana Lupita, Mariana Canto y Ariel Segovia sabían de esta nueva experiencia».
A través de la otredad con Chabelita Ivonne Ortega supo que no era una madre convencional. «No te imagino como mamá, hija», así le dijo Isabel alguna vez a la política priista. Ésta confiesa en su libro: «Tenía sentido su apreciación, pues siempre me había visto independiente, yendo de un lugar a otro, trabajando veinte horas, durmiendo cuatro, cinco, muy activa». Y desde entonces se volvieron más unidas. Con la llegada de Álvaro Humberto la presencia de Chabelita en la vida de Ivonne Ortega se ha vuelto imprescindible.